“La libertad para cambiar parece provenir de la Autoaceptación.”
Texto Básico, página 67
El miedo y la negación son lo opuesto a la aceptación. Ninguno de nosotros es perfecto, ni siquiera ante nuestros propios ojos; todos tenemos ciertas peculiaridades que nos gustaría cambiar si tuviéramos la oportunidad. A veces nos abruma tanto contemplar lo lejos que estamos de nuestro ideal, que tememos no tener posibilidades de convertirnos en la persona que desearíamos ser. Ahí entra en acción nuestro mecanismo de defensa y nos lleva al extremo opuesto: no hace falta que cambiemos nada, nos decimos, ¿para qué vamos a preocuparnos entonces? Ninguno de los dos extremos nos da la libertad de cambiar.
Tanto si somos miembros de NA desde hace tiempo, como si somos nuevos en recuperación, la libertad de cambiar se consigue mediante los Doce Pasos. Cuando admitimos la impotencia y la ingobernabilidad de nuestra vida, contrarrestamos la mentira que dice que no tenemos que cambiar. Cuando llegamos a creer que un Poder más grande que nosotros nos puede ayudar, perdemos el miedo a estar irremediablemente dañados; llegamos a crees que podemos cambiar. Nos ponemos al cuidado del Dios que concebimos y logramos la fortaleza que necesitamos para hacer un examen honesto y minucioso de nosotros. Admitimos ante Dios, ante nosotros y ante otro ser humano lo que hemos descubierto. Aceptamos lo bueno y lo malo, empezamos a ser libres para cambiar.
Sólo Por Hoy:
Quiero cambiar.
Mediante el trabajo de los Pasos puedo contrarrestar el miedo y la negación y hallar la aceptación necesaria para cambiar.
(Del libro de las reflexiones diarias «Solo Por Hoy» Copyright © 1995, NA World Services, Inc. All Rights Reserved).
Creemos que nuestro Poder Superior cuidará de nosotros. Si intentamos honestamente cumplir la voluntad de Dios lo mejor que podamos, podremos hacer frente a cualquier cosa que ocurra. La búsqueda de la voluntad de Dios es un principio espiritual presente en los pasos. Trabajar los pasos y practicar los principios simplifica nuestra vida y cambia nuestras viejas actitudes. Cuando admitimos que nuestra vida se ha vuelto ingobernable, ya no tenemos que defender nuestro punto de vista. Debemos aceptarnos tal como somos. Ya no tenemos que tener razón a toda costa. Si nos concedemos la libertad de equivocarnos, también podemos permitírsela a los demás. La libertad para cambiar parece provenir de la autoaceptación.
Compartir con otros adictos de la confraternidad es una herramienta básica de nuestro programa. Esta ayuda sólo puede proceder de otro adicto. Nos ayudamos cuando decimos: “A mí me pasó lo mismo e hice lo siguiente.….” No damos sermones ni juzgamos, sino que compartimos nuestra experiencia, fortaleza y esperanza con todos los que deseen nuestra forma de vida. Si compartiendo la experiencia de nuestro sufrimiento conseguimos ayudar a una sola persona, nuestro dolor habrá valido la pena. Fortalecemos nuestra propia recuperación cuando la compartimos con quienes piden ayuda. Si nos guardamos lo que tenemos para compartir, lo perderemos. Las palabras no significan nada a menos que las pongamos en práctica.
Reconocemos nuestro crecimiento espiritual cuando somos capaces de tender la mano y ayudar a otros. Ayudamos a los demás cuando participamos en los trabajos de servicio y tratamos de llevar el mensaje de recuperación al adicto que todavía sufre. Aprendemos que sólo podemos conservar lo que tenemos compartiéndolo. Además, nuestra experiencia nos demuestra que muchos problemas personales se resuelven cuando salimos de nosotros mismos y ofrecemos ayuda a aquellos que la necesitan. Reconocemos que un adicto es la persona que mejor puede comprender y ayudar a otro adicto. Por mucho que demos, siempre habrá otro adicto buscando ayuda.
Texto Básico pagina 67