Siento gran compasión por el adicto que todavía sufre, ya sea el adicto que está sentado en las reuniones de Narcóticos Anónimos, el adicto que todavía no nos ha encontrado y, especialmente, el adicto que se ha marchado y todavía no ha encontrado el camino de regreso.
-Texto Básico, Llegar a casa, «Segunda oportunidad”
Una de las lecciones más dolorosas que aprendemos en recuperación es que cada uno tiene su propio camino. Por mucho que queramos ayudar, los amigos íntimos y las parejas a veces recaen. Los ahijados y otros miembros a los que hemos intentado ayudar quizás elijan drogarse. Lo mismo es válido para los miembros con mucho tiempo limpio a quienes admiramos; y a veces nuestro padrino o madrina (que no es más que otro adicto como nosotros) está mal, pero se lo guarda para sí y acaba consumiendo de nuevo. El dolor que sentimos en esas situaciones adopta muchas formas: pena, ira, sentimiento de traición, confusión, miedo por nuestra propia recuperación.
Pero también sentimos una profunda compasión por el dolor de otro adicto. Tratamos de dejar que esa compasión, más que nuestro dolor, impulse nuestros actos.
Los miembros de NA tienen diferentes ideas sobre la forma que adopta la compasión.
Algunos creemos que si una persona consume y no asiste a las reuniones no tenemos que ponernos en contacto con ella. Amor duro. Otros les tendemos la mano a los adictos que aún consumen porque creemos que es absolutamente necesario mantener ese contacto.
En algunas reuniones se deja una silla vacía que representa al adicto que todavía sufre y, como una especie de compasión colectiva, rezamos para que esa silla se ocupe. Lo más importante que podemos hacer es mantenernos limpios para que cuando llegue el momento estemos ahí para cualquier persona adicta que busca ayuda. Nunca hay que subestimar el poder del ejemplo. Al margen del criterio que tengamos, todos coincidimos en que siempre hay que dar la bienvenida a los adictos a las reuniones, independientemente de las veces que hayan recaído, de la pinta o el olor que tengan o de nuestra historia con ellos. Nuestro trabajo como Confraternidad es practicar la compasión, pase lo que pase.
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Durante el momento de silencio en mi próxima reunión, rezaré por un adicto en concreto que sufre: “Estoy acá para ti, y te estoy guardando una silla».
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