“El anonimato nos abre a la gracia”

Principios rectores, Duodécima Tradición, Reflexión inicial

En las salas de NA, el anonimato proporciona un puente importante hacia una conducta amable. Nos permite vernos como iguales e identificar nuestro vínculo común. Contrasta con cualquier prejuicio o vieja creencia que pueda interferir con la práctica de la gracia. Cuando vemos a nuestros compañeros como iguales, ni mejores ni peores que nosotros, la gracia nos ayuda a ampliar el acceso igualitario a la recuperación.

Al dejar de lado las cosas que nos separan, podemos permitir que la gracia moldee nuestras acciones. Somos libres de mirar más allá de nuestros juicios sobre nosotros mismos y sobre los demás como adictos anónimos. Lo mismo es válido fuera de las salas de NA. Podemos practicar la gracia ya sea en la cola del supermercado, en el trabajo o al pasar. Aceptamos que otros enfrentan dificultades, igual que nosotros, y muchos pasan por la vida sin la oportunidad de aprender a vivir según principios espirituales. Suponemos que los demás están haciendo lo mejor que pueden, incluso cuando a veces lo hacen de manera terrible.

A medida que integramos los principios espirituales en todos nuestros asuntos, es más fácil ser amables. Nos presentamos en el trabajo y hacemos lo correcto, sin importar quién más pueda estar teniendo un mal día. Permitimos a los miembros de la familia el espacio para ser quienes son. Al habernos reintegrado a la humanidad, reconocemos lo que la gracia aporta a nuestra humanidad. Nos sentimos inspirados a ser amables en nuestras palabras y acciones. Cuando invitamos a la gracia a guiar nuestras acciones, nos sentimos inspirados a tratar a los demás con decencia y respeto.

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Practicaré la gracia tratando a los demás con amabilidad y respeto, tal como me gustaría que me trataran.

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