Aprendemos a aceptar y a amar lo que somos, sintamos o no que «coincidimos” con la gente que nos rodea…

_-Vivir limpios, Capítulo dos, «El contacto con los demás»_

Durante mucho tiempo, queríamos ser cualquier otra persona porque nos sentíamos incómodos en nuestra piel. Muchos teníamos la sensación de no encajar en ninguna parte. Y esto no cambia cuando llegamos a NA. Nos comparábamos interiormente con la apariencia externa de los demás y sacábamos las conclusiones de siempre. Lo único que veíamos eran las diferencias… y nadie parecía sentir lo que sentíamos. Tampoco es que tuviéramos muy claro quiénes éramos ni qué sentíamos.

Como observamos en Vivir limpios: “… nuestra identidad se basaba en fantasías: quiénes podíamos ser, quiénes seríamos, quiénes deberíamos ser o incluso quiénes solíamos ser», Con tan poco conocimiento de uno mismo, resultaba difícil establecer los vínculos propios del contacto humano. Nuestra capacidad de compartir o relacionarnos con los demás era, como mucho, limitada. Justificábamos la necesidad de mantener la distancia con otros miembros con suposiciones basadas en viejas formas de pensar y en la apariencia externa. Al parecer, lo que más importaba eran las apariencias. «Protegía a la niñita asustada que tenía dentro con una coraza de cuero y púas -compartió una compañera-. Buscaba a otras personas que llevaran una armadura similar porque pensaba que, a lo mejor, podíamos estar solas pero juntas».

En recuperación, aprendemos a busca la manera de actuar para pensar mejor. Empezamos por emular a las personas que admiramos y por adoptar comportamientos nuevos que al parecer nos convienen. A continuación, hacemos lo correcto sabiendo que no es necesario que nos sintamos bien para estar bien. Cuando escuchamos sin más a nuestros compañeros, empezamos a practicar el principio espiritual del amor.

A veces, aprendemos a querer y aceptar a los demás cuando se enfrentan a sus mayores retos: el miembro nuevo, la viuda reciente, el sobreviviente de cáncer, los padres que pleitean por la custodia de sus hijos. Nos identificamos con lo que sienten por dentro: su pena, su esfuerzo, su vulnerabilidad mientras comparten su dolor. Momentos como estos nos acercan de nuevo a la condición humana. Puede que las causas de nuestro sufrimiento sean muy diferentes, pero conectamos por medio de los sentimientos.

Nos desprendemos de las ideas viejas sobre lo que significa encajar y coincidir con quienes nos rodean. La base de nuestra conexión pasa a un nivel más alto. ¿Para qué necesitamos encajar si pertenecemos? Aprendemos a practicar el amor y la aceptación, de nosotros mismos y los demás, de una manera un poco más completa en este puerto seguro que es la sensación de pertenencia.

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_*Examinaré mis ideas con respecto a encajar y desecharé parte de mi vieja forma de pensar. Hoy practicaré el principio del amor al buscar la oportunidad de conectar con otros miembros.*_

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