La autoevaluación honesta es esencial para la recuperación, pero solo es posible si somos lo suficientemente vulnerables para dejar entrar a otro.

Vivir limpios, Capítulo seis, «El anonimato»

Practicar la vulnerabilidad va contra la imagen que nos creamos de nosotros mismos de estar, en palabras del Texto Básico, «en la «cresta de la ola» mortal y terminal>». Nuestro instinto nos sigue diciendo que ocultemos cualquier indicio de fragilidad por miedo de que los demás se aprovechen de nosotros. Hace falta una decisión consciente para bajar la guardia que en su día nos mantenía a salvo. Decidimos compartir nuestro dolor con los demás y correr el riesgo al desafiar una forma de pensar enferma y un comportamiento profundamente arraigado.

Con el tiempo, estamos cada vez más dispuestos a confiar en el proceso. Puede que contemos algunos de nuestros secretos más íntimos a los nuevos amigos que hacemos en recuperación incluso antes de escribir un inventario. Notamos que practicar la vulnerabilidad nos acerca a los demás.

Aunque existe la leyenda de que un miembro compartió una vez su inventario con un taxista, nos costará encontrar alguien que haya hecho su Quinto Paso con una persona que nos sea su padrino o madrina. Cuando llegamos al Quinto Paso, ya hemos logrado confiar en nuestro padrino para obtener una buena orientación y sabemos que las cosas que compartimos serán confidenciales. Y quizá, lo más importante, nuestro padrino no nos juzga ni condena nuestro comportamiento -para eso ya nos bastamos y sobramos-, sino que trata de ayudarnos a superar la vergüenza y la culpa para pasar a la aceptación.

Cuando reflexionamos sobre lo receptivos que llegamos a ser con el paso del tiempo, nos damos cuenta de las ventajas de practicar la vulnerabilidad. La experiencia nos anima a enfrentarnos cara a cara con nuestros miedos. Somos libres de ser realistas, francos y vulnerables en las reuniones. Llegamos a darnos cuenta de que los muros que levantamos para mantenernos a salvo nos mantenían presos. Aspiramos a establecer relaciones basadas en la confianza, la honestidad y la receptividad.

Cuando compartimos de corazón, se produce el encuentro con los demás. Nuestros ahijados, nuestros amigos y nuestra pareja se abren a nosotros y se refuerza el valor de la vulnerabilidad. La experiencia nos confirma que podemos sentirnos vulnerables sin tener que cerrarnos. Tal como la describió un adicto: «La vulnerabilidad es como un pegamento superadhesivo. Nos une como ninguna otra cosa».

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*Hoy tendré el valor de ser vulnerable. Compartiré mis auténticos pensamientos y sentimientos para que las personas que me quieren sepan todo de mí.*

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