«Comenzamos a rezar sólo para conocer la voluntad de Dios para con nosotros. De este modo obtenemos únicamente lo que somos capaces de manejar.»
Texto Básico, p. 56
Imaginemos lo que pasaría si Dios nos diera todo lo que quisiéramos. Un fabuloso coche nuevo, las mejores notas, un triple aumento de sueldo… todo para nosotros sin esfuerzo, sólo con pedirlo.
Ahora imaginemos los problemas que traen consigo los aumentos que no nos hemos ganado, los coches nuevos de lujo y el reconocimiento académico inmerecido. ¿Qué haríamos con un aumento de sueldo enorme concedido sin ninguna razón? ¿Cómo manejaríamos nuestras nuevas responsabilidades económicas? ¿Cómo haríamos para vivir a la altura del aumento? ¿Aparentaríamos que nos lo merecemos aunque sepamos que no es así?
Y con el coche fabuloso, ¿qué? La mayoría tiene altos gastos de seguro y de mantenimiento. ¿Estamos preparados para encargarnos de lo que pedimos?
¿Y los honores académicos? ¿Podríamos responder como estudiantes brillantes después de sacar unas buenas notas para las que no hemos estudiado? ¿Qué haríamos si nos desenmascararan por tramposos?
Cuando hablamos a Dios, hace falta que recordemos que vivimos en un mundo real. Recibimos recompensas y aprendemos a manejarlas a medida que nos llegan. Limitarnos en nuestras oraciones a pedir conocer la voluntad de Dios, la fortaleza para cumplirla y la capacidad para vivir con los resultados, nos asegura que no recibiremos más de lo que podamos manejar.
Sólo por Hoy: Rezaré sólo para conocer la voluntad de Dios y recibir la fortaleza para cumplirla en el mundo real.