«…pero fuéramos donde fuésemos lo llevábamos siempre (el miedo) con nosotros.»
_Texto Básico, p. 17_
Antes de llegar a Narcóticos Anónimos, para muchos el miedo era un factor constante en nuestra vida. Consumíamos porque nos asustaba sentir dolor físico o emocional. Nuestro temor a la gente y las situaciones nos daba una excusa cómoda para consumir drogas. Algunos teníamos tanto miedo de todo que no podíamos salir de casa sin consumir.
Al mantenernos limpios, reemplazamos el miedo por la creencia en la confraternidad, los pasos y un Poder Superior. A medida que crece esta creencia, nuestra fe en el milagro de la recuperación empieza a influir sobre todos los aspectos de nuestra vida. Empezamos a vernos de otra manera. Nos damos cuenta de que somos seres espirituales y procuramos vivir de acuerdo a principios espirituales.
Aplicar dichos principios nos ayuda a eliminar el miedo de nuestra vida. Nos damos cuenta de que si no hacemos daño ni perjudicamos con actos ilícitos a otras personas, no tenemos por qué temer su reacción. Si practicamos el amor, la compasión, la comprensión y la paciencia en nuestras relaciones con los demás, nos tratan con respeto y consideración. Vemos que estos cambios positivos son el resultado de permitir que el Poder Superior obre a través de nosotros. Llegamos a creer -no a pensar, sino a creer- que nuestro Poder Superior nos desea lo mejor. Independientemente de las circunstancias, descubrimos que podemos avanzar con fe en vez de miedo.
*Sólo Por Hoy:*
Ya no necesito correr asustado, puedo avanzar con fe en que mi Poder Superior me reserva sólo lo mejor.
_(Del libro de las reflexiones diarias «Solo Por Hoy» Copyright © 1995, NA World Services, Inc. All Rights Reserved)_
Buscamos ayuda y no la encontramos. Los médicos con frecuencia no comprendían nuestro dilema y .…trataban de ayudarnos con medicamentos. Nuestras parejas y seres queridos nos daban todo lo que tenían hasta quedarse sin nada, con la esperanza de que dejáramos de consumir o mejoráramos. Probamos sustituir una droga por otra pero sólo sirvió para prolongar nuestro dolor. Intentamos limitar nuestro consumo a cantidades socialmente aceptables, sin resultado alguno. El «adicto social» es algo que no existe. Algunos buscamos la solución en iglesias, religiones o sectas. Otros quisimos curarnos con un cambio geográfico. Culpábamos de nuestros problemas a nuestro entorno y a nuestras condiciones de vida. Tratar de resolver las dificultades cambiando de sitio nos daba la oportunidad de aprovecharnos de personas nuevas. Algunos buscamos la aprobación a través del sexo o cambiando de amigos. Este comportamiento de permanente búsqueda de aprobación nos hundió más en la adicción. Otros probamos el matrimonio, el divorcio o el abandono. Pese a todos los intentos, no conseguimos escapar de nuestra enfermedad.
Llegamos a un punto en nuestra vida en el que nos sentimos como un caso perdido. Valíamos poco y nada para la familia, los amigos y el trabajo. Muchos no teníamos trabajo ni posibilidades de conseguirlo. Cualquier tipo de éxito nos asustaba y resultaba extraño. No sabíamos qué hacer. A medida que el odio hacia nosotros mismos aumentaba, teníamos que consumir cada vez más para disfrazar nuestros sentimientos. Estábamos hartos del dolor y los problemas. Estábamos asustados y huíamos del miedo, .…*pero fuéramos donde fuésemos lo llevábamos siempre con nosotros*. Estábamos desesperados y nos sentíamos inútiles y perdidos. El fracaso se había convertido en nuestra forma de vida y la autoestima era algo inexistente. Quizás la desesperación era el sentimiento más doloroso de todos. El aislamiento y la negación de nuestra adicción nos hacían seguir cuesta abajo. Desapareció toda esperanza de mejorar. El desamparo, el vacío y el miedo se convirtieron en nuestra forma de vida. Éramos un fracaso completo. Lo que de verdad necesitábamos era un cambio completo de personalidad, .…modificar las pautas de conducta autodestructivas. Cuando mentíamos, engañábamos o robábamos, nos degradábamos ante nosotros mismos. Ya habíamos llenado el cupo de la autodestrucción. Comprobamos nuestra impotencia. *Cuando ya nada aliviaba nuestro miedo y paranoia, tocamos fondo y estuvimos dispuestos a pedir ayuda*.
Texto Básico pag 17