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“ Reconocer nuestra propia humanidad nos da la capacidad de perdonar a los demás y no ser tan críticos como lo hemos sido en el pasado ” .

Guías de trabajo de los pasos de NA, Paso nueve, “Principios espirituales”

Al trabajar los Pasos Cuatro a Ocho, nos enfrentamos a la persona que ha mantenido nuestras vidas en caos: “¡Oh, no, soy yo!”. En este riguroso proceso, nos enfrentamos a nuestra enfermedad y a nuestra humanidad. Desmenuzamos y analizamos los rencores de toda la vida y los resentimientos actuales contra las personas que nos hicieron daño, nos juzgaron y nos rechazaron. A menudo, nos sorprende saber que hemos tenido un papel importante que desempeñar. Participar plenamente en el proceso de recuperación nos da una conciencia más realista de nuestros defectos y limitaciones. Vemos una conexión entre nuestra conducta y nuestra necesidad muy humana de seguridad, amor y aceptación. Aprendemos que la falta de empatía por nuestros propios errores ha impulsado nuestros juicios sobre los demás. Nuestra capacidad de perdonar es inseparable de nuestra capacidad de empatía.

En el Noveno Paso, nos esforzamos por hacer las paces con nuestra propia humanidad. Exponemos nuestras imperfecciones a quienes hemos herido. En un intento de corregir nuestros errores pasados, nos disculpamos humildemente. Cambiamos nuestro comportamiento para no repetir los errores del pasado. A menudo, aunque no siempre, se nos perdona el daño que hemos causado. Este proceso nos ofrece una lección de empatía sorprendente.

Reconocer y aceptar nuestras propias imperfecciones es fundamental para aceptar las imperfecciones de los demás. Nos perdonamos a nosotros mismos por las veces en que dejamos que el miedo egocéntrico guiara nuestras acciones. En lugar de juzgar a los demás por impulsos similares, podemos elegir perdonarlos y buscar activamente aceptarlos como son.

Experimentar el juicio y el rechazo de los demás, tanto en la vida cotidiana como cuando se rechaza nuestro intento de enmendar el daño, aumenta nuestra capacidad de sentir empatía y perdonar a los demás. Nuestro propio dolor se convierte en una fuente de fortaleza y podemos aprovechar la fuente de autoaceptación que hemos creado a través de nuestra experiencia con los Pasos.

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Hoy adoptaré una “mirada de balcón” sobre mis juicios sobre los demás. En lugar de catalogar sus defectos, reconoceré su humanidad porque yo también soy humano y merezco empatía.

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