*UN PRINCIPIO ESPIRITUAL POR DÍA*
31 de enero
*Sentir empatía los unos por los otros*
Sentado aquí, en mi celda, sé que hay gente ahí fuera siguiendo mis pasos y se me llenan los ojos de lágrimas porque sé cómo sufren.
_-Entre rejas, «¿Es para ti Narcóticos Anónimos?»_
Antes de encontrar NA y un camino hacia la empatía y la sanación, muchos encontramos primero las cárceles. Algunos seguimos el ejemplo de otros que nos precedieron y nos metemos en una vida de la que no vemos salida. Otros solo vemos oportunidades para beneficiarnos, ganar dinero y consumir esa una más que nos hace seguir un camino parecido… y las aprovechamos porque somos adictos. Alejamos a las personas que se preocupan por nosotros. Acabamos tratando desesperadamente de recuperar el control porque lo hemos perdido por completo. Vivimos con miedo y vergüenza constantes y hacemos lo que sea por reprimir esos sentimientos. Rechazamos toda ayuda. Y acabamos encerrados. Para muchos, este ciclo se repite una y otra vez.
Por el camino, nos encontramos con NA, y la vida entre rejas nos da tiempo para pensar en nuestras opciones: continuar por la senda de la autodestrucción y de hacer daño a los demás o seguir otra que nos lleva a sanar y que está a disposición de cualquier adicto por medio de los Doce Pasos. Elegimos esta última y empezamos a seguir el ejemplo de otros predecesores diferentes. Nuestros compañeros adictos en recuperación nos demuestran empatía, ya sea por medio de Hel, en las reuniones de NA moderadas por otros reclusos o sencillamente cuando algunos nos juntamos y hacemos una reunión. Trabajamos el programa como podemos. Nos abrimos de corazón, sobre todo a aquellos con los que estamos encerrados y que vemos luchar con su enfermedad. Pensamos en esas personas de nuestro pasado que siguen huyendo. Rezamos para que encuentren la esperanza y la libertad que encontramos nosotros.
En la cárcel las noticias vuelan, por lo que no es ningún secreto que estamos en recuperación y dispuestos a ayudar. Hacemos lo posible por atraer a otras personas, en lugar de alejarlas. Tratamos de ser un buen ejemplo y, cuando surge la oportunidad, le tendemos la mano al adicto que todavía sufre. Buscamos compañías sanas e intentamos ser solidarios entre nosotros. Sentimos empatía por el dolor del pasado de cada uno y por el esfuerzo que implica la recuperación.
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_Haré todo lo que pueda para ayudar a los demás a encontrar y mantenerse en el camino que he encontrado yo. Dos adictos hacen una reunión, y yo seré uno de ellos. Le comunicaré a otro adicto: «no tienes por qué volver a consumir»*_
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