Nos aferramos con uñas y dientes y confundimos el intento de controlar todas las variables de nuestra vida con la vigilancia de nuestra recuperación.
_-Vivir limpios, Capítulo uno, “Los dolores del crecimiento”_
Al igual que con las virtudes o los defectos del carácter, existe la otra cara de la moneda de muchos principios espirituales. Un exceso de cosas buenas puede llevarnos por un camino que no queríamos. Lo ideal sería que la vigilancia consistiera en ser reflexivos y realistas respecto de nuestros progresos, en supervisar el equilibrio entre nuestro programa y nuestras responsabilidades externas, sin perder de vista las posibles zonas de peligro. Pero la otra cara de la vigilancia podría hacer que volviéramos a tener miedo al cambio o que incluso nos devanáramos los sesos para imaginar todas las posibilidades de una situación antes de que ocurra. «Me tomo la vigilancia como una valla para protegerme del peligro -compartió un compañero-. Sé que se me va la mano, que me vuelvo hípervigilante cuando no paro de pintar la valla, de ponerle materiales para hacerla más infranqueable y que nadie pueda ver dentro ni fuera y de patrullar todo el perímetro durante veinticuatro horas, siete días por semana. En realidad, lo único que necesito es la valla».
La vigilancia no es igual que el control. Es una toma de conciencia que podemos practicar a diario y nos recuerda la gravedad de esta enfermedad y los horrores de nuestros últimos días de consumo. Y, por supuesto, esta toma de conciencia se prolonga más allá del pasado a nuestro presente. Por mucho tiempo que llevemos limpios, hacemos el mejor servicio a nuestra recuperación y a nuestro bienestar si nos mantenemos abiertos y flexibles. Conservamos cerca a los miembros que nos ayudan a seguir siendo responsables cuando nos alertan de que nuestra valla está demasiado baja o demasiado alta y no deja entrar a nadie.
Aunque hoy estemos limpios, seguimos siendo impotentes ante muchas cosas. No nos hacemos ningún favor si tenemos expectativas poco realistas o estamos exageradamente atentos a cómo trabajan el programa los demás. No llegar a practicar los principios a la perfección no es ningún fracaso. No podemos construir una fortaleza impenetrable contra el peligro, los desafíos o el cambio. Nuestro objetivo es mantenernos limpios hoy, actuar en relación con lo que tenemos delante y mantenernos al margen de los resultados.
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_*Me aseguraré de moderar mi vigilancia por medio de la rendición, la buena voluntad y la receptividad. Cuidaré mi «valla» pero sin obsesionarme con ella. En todo caso, hoy no.*_
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